Crianza en una familia Latinx de primera generación

Digo el nombre de mi hija para llamar su atención desde el otro lado del cuarto. Se voltea y corre hacia mí con una sonrisa “¿Qué Mamí?”, responde. Le devuelvo la sonrisa y le agradezco que haya venido a verme y continuo a pedirle que se lave las manos porque la cena estará lista muy pronto. Ella despega y oigo correr el agua del lavamanos del baño. 

Reflexiono sobre mi infancia y cualquier circunstancia en la que hubiera respondido "¿que?" a cualquiera de mis padres. Rápidamente me habrían recordado que es "mande usted". Si pensamos en este concepto en términos literales, mande usted da el entendido que la persona que responde esta a “a su servicio” o “a sus ordenes”. Entiendo que esta respuesta tiene la intención de mostrar buenos modales y mostrar respeto a los mayores. Puedo respaldar la noción de ser cortés y mostrar respeto, pero esperar que un niñx responda con un “mande usted” es excesivo.

Me estremezco un poco. "Qué diferencia", pensé en ese momento y en muchos otros con los que me he encontrado como una latina de primera generación criando una hija.

Como a muchos hijxs de padres inmigrantes, a menudo se nos enseña a estar agradecidos por tener nuestras necesidades básicas satisfechas y a no buscar ni esperar más que lo básico porque simplemente no es un lujo que se puede proporcionar. "Cuando yo tenía tu edad, yo tenía que ..." ¿Te suena familiar?

Desde el momento en que supe que estaba embarazada, supe que mi papel como madre no sería una tarea fácil. Amo mi cultura y mi familia, pero hay ciertas prácticas, o normas, por así decirlo, que sabía que no llevaría a cabo para criar a mi pequeñitx.

Sabía que no iba a tener a mi hijx para que él o ella (elegimos esperar hasta el nacimiento para averiguar el sexo) podría estar "a mis órdenes". Quería criar a un niñx para que fuera individualmente su propia persona; para formar sus propios pensamientos y opiniones, para tener su propia voz y expresarse. Quería ser madre desde un lugar cálido y compasivo.

Entonces, ¿cómo se ve eso?

Límites. Dios mío, este tema solo puede necesitar su propio blog. Puedo recordar la incomodidad de tener que abrazar y besar a un miembro de la familia extendida y las razones específicas por las que fue tan inquietante. Sin embargo, nunca sentí que tenía la opción de elegir lo contrario. Así que sí, enseñarle a mi hija que es importante tener límites y que otros respetan sus límites estaba en la parte superior de mi lista. Para mí, esto significa que mi hija no tiene que abrazar y besar a todos los miembros de la familia en una reunión familiar, solo porque eso es lo que se espera de ella. Puedo entender el sentimiento detrás de esto, pero soy una entusiasta de enseñar el consentimiento y respetar los límites de mi hija.

Mi hija ahora tiene 3 años, y desde su primer año ella ha tenido la oportunidad de elegir cómo saluda y se despide de cualquier persona con la que nos relacionemos, incluso yo y su padre.

¿Duele un poco cuando no quiere darnos un abrazo? 100%. Pero para mí, este desaire a mi ego vale la pena porque sé que ella puede establecer límites.

Rutinas. “¿Por qué tienes que ir tan temprano? Déjala dormir en nuestra habitación y podrás acostarla cuando llegues a casa ". Una respuesta común al irme de las reuniones familiares “temprano” durante la vida previa a la pandemia.

Como madre que trabaja a tiempo completo, no seguir el horario de siesta y de dormir de mi hija no era una opción. Fue algo que constantemente platicamos mis padres y yo. Miren, mis padres criaron a cuatro hijxs, así que sé que hay sabiduría detrás de (algunas) estrategias que prestan, pero esta no funcionó para nosotrxs. Si mi hija no tomaba la siesta o no se acostaba "a tiempo", el día siguiente era un caos total. Me refiero a muchas lágrimas, a perder los horarios de sueño y alimentación, y a un nivel de estrés que no hizo que valiera la pena quedarse una o dos horas más. Entonces, ahí estaba yo siendo una "aguafiestas", pero manteniendo mis límites.

Para muchos padres y madres latinx de primera generación, establecer límites y hacer que nuestros padres respeten esos límites no es poca cosa. Especialmente si todavía vivimos con ellxs y algunos de nosotros lo estamos. Nuestros padres todavía quieren criarnos. Quieren darle a sus nietxs todo el amor. Quieren conceder todos sus deseos y pedidos. ¿Podría ser que quieran una segunda oportunidad de ser padres? ¿O es que ya no se enfrentan a las mismas luchas y dificultades que tenían cuando éramos niñxs? Para mí, ambas parecen posibles respuestas.

Castigo. Una técnica de crianza desfavorable pero común en la comunidad Latinx es usar el castigo físico para corregir el comportamiento de un niñx. Puedo hablar de mis experiencias personales y como terapeuta que tiene experiencia trabajando con familias que dependen de este enfoque para criar a sus hijxs. No es eficaz. Es bastante perjudicial para la relación entre padres/madres e hijos, el autoestima y valor propio del niñx, y su capacidad para formar relaciones positivas y saludables en el futuro. Así que aquí estoy, rompiendo traumas intergeneracionales y los animo a usted y a su familia a hacer lo mismo. No se usarán nalgadas, chanclas o cintos para disciplinar a mi hija.

¿Cómo he elegido transmitir los elementos de mi cultura que valoro?

A pesar de las cosas que dejó atrás, también hay muchas cosas que atesoro y valoro de mi cultura, que le estoy transmitiendo a mi hija.

Idioma. Incluso antes de que naciera mi hija, me propuse que mi familia aceptara hablarle ÚNICAMENTE en español porque quería que supiera nuestro idioma. Ahora tengo una hija bilingüe (¡gracias a mi familia si están leyendo esto!). Ella transiciona del español al inglés sin perder el ritmo. Incluso nos pega con un poco de spanglish. ¡Momento de mamá orgullosa aquí!

Música. También quería pasarle mi amor por la música. Puedo recordar muchas ocasiones alegres en las que la música estuvo en el centro de las celebraciones de cumpleaños, reuniones familiares e incluso las tareas de la madrugada (bueno, esta última no es tan alegre). Hablo de mi amor por los mariachis, el bueno de Chente, Selena y Juan Gabriel. ¿Entonces qué hice? ¡Lo adivinaste! Me aseguré de tocar esta música en nuestra casa, mientras conducía, y en la casa de mi familia. ¿Excesivo? Quizás. Pero ahora, cuando ella comienza a cantar “Querida” o solicita un vídeo musical de Selena, me enorgullezco. No porque se que mi persistencia para que suene música en español dio sus frutos, sino porque sé que ella también está adoptando esta parte de nuestra cultura. 

Valores. Espero que mi hija aprenda a valorar a su familia, como yo aprendí de mis padres. Que aprenda que el trabajo duro y la dedicación dan sus frutos. Que valore tener una educación. Quiero que mi hija esté orgullosa de su herencia sin tener que comprometer sus deseos o necesidades.

Te animo a que reflejes e identifiques las creencias y normas de tu propia cultura. Encuentra las que te hicieron sentir heridx, avergonzadx o culpable. Déjalas ir. Encuentra las que te brinden alegría, contribuyen a tu bienestar y un sentido de pertenencia. Aceptalas y pásalas a tus hijxs.

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